CAPITULO II
14 de marzo del 2018
Baker, Rachel, Laine y yo estábamos hablando alrededor de
una mesa cuadrada. Yo me adapté inmediatamente a la zona de seguridad, había
conocido ya a una decena de personas. Al principio me parecían demasiado
exagerados al ver que tenían armas casi todos. Después me explicaron que había
gente que nos buscaba para matarnos, aparte de las personas que buscaban
refugio, venían los mismos participantes de la guerra para matar a todos los
habitantes de una ciudad.
-Me han informado que Denver ha caído, pero de momento
Gunnison está a salvo. Y más aún las afueras. De momento no nos molestarán.-
Sonrió Laine todavía con algo de tristeza por la caída de Denver.
-Hicimos bien en no ir a una ciudad, ellos registrarían casa
a casa hasta acabar con todo Colorado. Al estar a las afueras de Gunnison no
nos encontrarían.
La zona subterránea era una pequeña ciudad.
De repente Adam vino y miró a Baker. Adam fue el tercer
hombre que me ató, al llamar al refugio.
-Baker debes venir con Galton y conmigo al piso superior,
toca turno de vigilancia.
El aspecto de Baker era cansado, supuse que no podría hacer
bien su trabajo.
-Adam, iré yo. Baker parece cansado, es mejor que espere
aquí hasta otro turno.
-Lo siento, pero los turnos están hechos para cumplirlos.-
Adam era un hombre firme que solamente cumplía normas- Si no cumplimos ordenes
podría pasar como en el antiguo refugio.-De repente unas pequeñas lagrimas
caían de los ojos de Adam.
-Adam, tienes razón, de todas formas gracias Ignotus.-
Después de eso fueron Baker y Adam en busca de Galton en dirección al primer piso.
-¿Qué le ha pasado a Adam? Cuando ha comentado lo del
refugio caído ha empezado a llorar.
-Adam, era una persona feliz y rebelde. Aquella noche en que
cayó el refugio perdió a su mujer y a sus dos hijos. Gracias a dios él estaba
patrullando por la zona contraria de los atacantes y no le vieron. Desde aquél
día es una persona sería, firme y triste-Dijo Rachel
- ¿Tu perdiste a alguien? Si no quieres no tienes que
responder- Le pregunté a Rachel.
- A mis padres. Tan solo tengo 17 años, los perdí muy pronto.
Tu, ¿Tu no recuerdas si perdiste a alguien?
- No, no lo recuerdo, pero si el ataque fue tan fuerte como
me habéis dicho seguramente si.
- Y, ¿no encontraste a nadie?
-No, tampoco busqué mucho porque estaba confuso y
directamente salí. Pero hay una cosa que si encontré- Le enseñé la bolsa-
Tropecé con esta bolsa por casualidad, mira en su interior- Rápidamente Rachel
la abrió, esta vez sin atascarse.
- Espera, este móvil es mío- Dijo cogiendo el Nokia- Pero no
tiene datos, ¿me lo das?
-Si, claro, es tuyo. De todas formas no creo que me serviría
de mucho.
-¡Gracias!- Se abalanzó hasta mi y me abrazó.
- ¿Para que lo quieres? ¿Hay cobertura en medio de un
desierto?
-Sabes, Walcot puede conseguir cobertura. Y, recuerda, esto
no es un desierto, esto es Colorado. Entiendo que parezca un desierto, pero la
causa es la guerra de estados. Ha pasado mucho tiempo desde que empezó.
-¿Qué provocó la guerra?
- Dicen que Nebraska empezó la guerra contra Arizona.
Incendios, frentes de batalla. En unos meses no había casa segura. El problema
es qué los otros estados no querían guerra, entonces se unieron a Arizona para
ayudarle. Pero Nebraska también tenía estados a su favor. Casi todo el norte de
América del norte estaba a favor de Nebraska, y algunos países del sur de América
del norte con Arizona. Dicen que ésta es la tercera guerra mundial.
- Pero, ¿tercera guerra mundial? No dijiste que eran de América.
-Ah, se me olvidó decírtelo, igual que pasó con los estados,
los demás continentes se unieron a otros continentes como Europa y Asia.
- ¡Dios mío! Lo que tampoco entiendo es porque el estado de
Colorado no hace una zona segura.
-Porque ahora ya no hay gobierno, no hay reglas, se podría
decir que el mundo ya no es como lo conocíamos antes.
-Por desgracias yo nunca sabré como era el mundo antes, no
recuerdo nada. Ni a mi familia, ni a mis amigos, ni mi ciudad. No conozco mi
pasado.
-Lo siento, pero tal vez, conocías a alguien de aquí que
todavía no has visto, tal vez esa persona haga que los recuerdos vengan a tu
mente.
Yo estaba escuchándole mientras miraba la bolsa, le miré y
vi que estaba mirándome. De repente Rachel se empezó a poner roja y miró a otro
lado por vergüenza, me quedé mirándola y me sonrojé yo también. Rachel, era
morena, delgada y pelo largo. Era raro, en tan solo un día me había echo muy
amigo de ella. Realmente era guapa.
De repente empezó a sonar una alarma.
-¿Qué ha pasado? ¿Qué significa esa alarma?- Pregunté yo
preocupado.
-Ignotus, haces muchas preguntas, ¿no? No es ninguna alarma,
tan solo lo hacen para avisar de que es la hora de la comida.
-¡Qué organizados estáis! jeje - Contesté yo, con la barriga
totalmente vacía.
Después de eso nos dirigimos al gran comedor. Realmente
desde fuera pensaba que habría una pequeña habitación, pero no, había una ciudad
subterránea. Como no sabía a donde ir Rachel corría con su mano cogida de la
mía, entramos a una gran habitación. Era blanca y no tenía otra decoración que
la humedad en las paredes. Había algunos bancos de madera arrimados a las mesas
y una señora gorda que llevaba una bandeja con ensalada y al lado sopa. Me
moría de hambre y este era el lugar perfecto para remediarlo. Rachel me guió
hasta una mesa y nos sentamos juntos. Al sentarme dejé la bolsa al lado, no lo
he dicho, pero hasta ese momento no me había separado de la bolsa, era lo único
que tenía, y con la pistola me sentía seguro, por si atacaban.
CAPITULO III
Anochecer 14 de marzo
Rachel y yo acabábamos de cenar, y ese era el momento del
cambio de turno. Según me comentaron me tocaba a mi junto a un tal Gail y una
tal Baby. Volví a coger la bolsa y fui hacia arriba pasando por el pasillo
oscuro. Al subir había un hombre agachado mirando por un pequeño agujero cerca
de la puerta.
- ¿Gail?
- Si, ¿Quién pregunta?
- No me conoces, puedes llamarme Ignotus.
-Ha, he oído hablar de ti, eres el nuevo ¿no?
-Si, tengo dos preguntas, ¿No tenemos que ser tres personas?
- Si, me imagino que Baby no tardará mucho.
- Vale, la otra pregunta ¿Qué debo hacer?
- De momento sal un poco a vigilar, yo me quedaré a esperar
a que Baby venga, si no viene iré contigo.
- Vale, dime en que zona vigilo.
-Acompáñame- Dijo Gail, y salió por la puerta sin esperar a
nada- De repente se paró y dijo- Por
cierto ¿Tienes algún arma?
-Si, tengo una pistola- Abrí la bolsa y le enseñé el arma a
Gail.
-¿Tan solo una pistola? Toma este cuchillo- Levanta la manó
alzando el cuchillo.
- Gracias, pero, ¿que quieres decir con que solo una
pistola?
- ¿Te crees que las balas son infinitas? El cuchillo no se atasca,
y es una buena arma a poca distancia. Tampoco llama la atención, recuerda, aquí
no hay nada, y si disparas alguien podría oírte. Sería una gilipollez.
En ese momento Baby
entró y se presento ante mí.
-Hola Gail, hola soy Baby, ¿Quién eres tu?
-Puedes llamarme Ignotus.
-Vale, Gail yo me quedaré aquí, tu
ve con Ignotus.
Gail aceptó con una sonrisa
dibujada en la cara, en ese momento me dí cuenta de que Gail estaba enamorado
de Baby y empecé a reír.
-¿Qué te pasa? ¿Por qué te ríes?
-He visto como la miras, y los
ojos nunca mienten.
-Como no le voy a querer, ¡es un
ángel!
-Lo que tu digas… por cierto,
¿vamos juntos o cada uno va por separado?
- Es tu primer día, mejor vamos
juntos.
Los turnos eran de tres horas,
¡Tres horas en aquel sitio! Se me pasarían como siglos. Allí no pasaba nada,
parecía que el tiempo no pasaba. De repente, se oyó un ruido de un motor algo
lejano.
-Igno entra, yo me quedaré
escondido fuera.
No usaron la misma técnica de
ataque que usaron contra mí. Cuando me atacaron salió un hombre y me golpeó y
justo después otros dos para atarme. Esta vez, dos estaríamos en la caseta y el
tercero escondido en el exterior. Entré corriendo hacía dentro y le ofrecí le
expliqué la situación a Baby.
-Gail y yo escuchamos el ruido de
un motor, toma- Le dije mientras le ofrecía mi pistola.
- No, gracias, yo también estoy
equipada- Dijo sacando del pantalón una pistola, para ser exactos era una Desert
Eagle, realmente mucho mejor que la mía.
-¿No coges un cuchillo?
-También tengo.
El ruido del motor era cada vez
más cercano. Era un ruido muy molesto, posiblemente en el motor hubiera una
avería. Al fin el vehículo estaba a la vista, era una furgoneta blanca, con una
cruz pintada con botes de pintura en los lados laterales.
Baby se asomó a la ventana y
respiró aliviada.
-Falsa alarma, son de los
nuestros.
- Lo sabes por la cruz, ¿verdad?
-Si, para no evitar confusiones
hace unos meses decidimos marcar nuestros vehículos.
En ese momento un hombre delgado
con un tatuaje en el antebrazo con forma de enredadera bajó con un gran y
pesado saco. Otro hombre, este, más gordo que el anterior llevaba dos sacos,
algo más pequeños que el otro.
-¿Qué llevan en el saco?
-Puede que comida. Jack y Aaron
suelen ir de caza mientras patrullan.
Mientras, Gail se acercó a ellos y
comenzó una conversación.
-¿Novedades?
-No, tan solo hemos traído a un
par de conejos para el refugio.
-Vale, con eso y la granja de
Gunnison tendremos para un tiempo.
Con esas últimas palabras me quedé
algo impresionado, ¿tenían una granja en Gunnison? Todavía recuerdo cuando
entre al refugio y pensé que se habrían apañado con madera y cartón para hacer
el refugio. Aquello era más complejo de lo que creía, y eso me gustaba.
Sin darme cuenta ya había pasado casi una
hora. Pero aún quedaban dos horas por delante. Ya casi había anochecido, y no
había novedad alguna. Me senté en el taburete y observé por una pequeña
rendija, al otro lado había una señal para reducir a 100 km por hora, ¿señales?
¿Para qué? Ya no servían para nada. El palo de la señal estaba casi roto por
completo. Me aparté de la rendija y me acerqué a la puerta.
-¿A dónde vas?- Dijo Baby.
-¿Ves la señal de fuera?
-¿La de reduzca a 100?
-Si. El palo está casi roto, lo
intentaré arrancar para ponerlo de refuerzo en la puerta.
-Vale, si no puedes podemos pedir ayuda.
O directamente coger herramientas.
-Creo que podré solo, está casi en
el suelo.
Me acerqué, y cogí la parte superior de la señal para
tirar hacía un lado.
Estaba más enganchado de lo que
creía, pero lo conseguí mover hacía un lado totalmente. Luego hice lo mismo,
pero al lado contrario. Era como cuando tienes un diente apunto de caer. Al
final lo pude arrancar, gran parte del palo estaba separado, seguro que
serviría de algo. No pesaba mucho, pero me costaba, no estaba acostumbrado,
seguro que hacía meses que no levantaba nada de peso. Al llegar a la puerta
grite.
-¡Baby, ya la tengo, ábreme!
Inmediatamente Baby abrió la puerta y me ayudó
a cargar con el palo de hierro.